Textos de Nahuel Alonso





El día estéril

Doloroso el tiempo
la luz,
si espera
y arde
y no alumbra nada.


Fugitiva Paz

I

No habrá escuela hoy
ni correo, ni reparto de comida
nadie compra nada, no se vende en las tiendas
llueve
llueve con un salvajismo olvidado.

No habrá trámites ni viajes.
Sólo los trenes partirán pese de todo.
Se perderá un día en los libros de números de los contadores.

Un día

todos contra la ventana
mirando en un país de lluvia
el cartero y el oficinista, la maestra
y el repartidor, los encargados y el gerente

ahora podrán
podremos
vernos las caras

la claridad del cielo retrocede
entre libros y charlas
en silencio
como una noticia que no comprendemos
que nos entristece.


II

Quién sería tan necio de levantar un puño al cielo,
de querer otra cosa?

Oímos repicar la lluvia
estamos seos
cálidos alrededor de la mesa

para esto eran las paredes
el techo
para esto
no nos habíamos dado cuenta
-desde las cavernas nos saludan
las ancestrales manos,
con generoso egoísmo-


III

Deslumbrados por la lentitud,
extraviados al comienzo de los días,
todo está al alcance de la mano

nada afuera
ni tiempo ni deberes

sólo esta fugitiva paz
la fugitiva destrucción de la tormenta.


Nosotros

I

Detrás de la noche
otra noche
otro día,
no mañana,

otros nosotros ríen
en esa plaza
donde nos deshacíamos los dedos
llorando sin despedirnos.


II

La misma luna
otra plaza

otros que aprendieron
y ríen
reirán, bajo la luna

sobre los bancos de piedra
derribados e intactos

no lo veremos

nosotros no aprendimos
no sabemos nada.



Perdida riqueza
De pronto
surge un día entre otros
mis hermanos
yo,

vuelve
el viento del Sur de su lejanía
humos
pastizales
el frío recortaba las siluetas
el ruido de algún auto


vuelve
el sol débil en el cristal del cielo
la arboleda de eucaliptos
el anillo de luz del horizonte
el juego de la mancha…

-recuerdos de una vida aún sin recuerdos-

la tarde que entra lenta en casa,
la humedad de la tierra
la sombra
la tristeza.


Pobreza

No fuimos nosotros…
esas sombras no tuvieron nada

no olvidaron la ropa
entre el sueño
el amor
la risa

nunca el crepúsculo
en los muebles del cuarto.


por otro camino

No habría más viajes
cansada como estabas de lo anduvimos
de lo que encontramos juntos.


Credo

Y si el señor de los océanos
decreta tu muerte
déjate matar no morir

déjate al río
mira el cielo no las aguas turbulentas

míralo te verás
otra vez intacto
y sonriendo
como al final sonrió tu padre
cuando aún eras chico
ahora
que aquella sonrisa y él
ya son polvo entre flores

del mundo se levantará de nuevo
tu vida hasta la vida
será todo inalcanzable
sólo podrás decidir una cosa
dejarte matar

vendrán a buscarte
estarás aquí
déjate matar

déjate matar
sobre el corazón entero
con la mano abierta

déjate matar

te lleva el río
déjate matar
cesa la resistencia

llegarás

llegarás a tiempo a la felicidad
a tiempo a la desgracia


Venías

venías
para qué
hasta esta puerta

no hacías más que abrirla
y mirar dentro…

luego volvías
por esa calle
como tu nombre
mientras el cielo
agitaba sus colores en silencio

y los locales
el bar en la esquina
aquel mural
los dibujos en la vereda
todo vivía

antes

cuando andabas por el barrio
con otras preocupaciones
con otra esperanza

ahora

el día detenido
se repite
en país de exilio
sólo para que llegues
a esta puerta

pero a qué
y luego cerrarla
con la gravedad
de quien ha tocado un muerto

y volver
con el recuerdo de otra vida
ahora increíble

…tomabas el picaporte
con resignación anticipada
y ya sin discutir
bajo el sol
buscabas el dolor la cruz
del látigo

venías
sin falta

sin retraso
hasta la puerta
la abrías con avidez
… y dentro qué

qué veías
que te hacía venir
con la ansiedad
renovada y hueca
y otra vez el rito
inexplicablemente
como si no hubiese otra vida
que esta mansedumbre
de venir entre extraños
entre asuntos
entre relojes
entre lejanas sirenas
entre ojos

hasta esta puerta